Me llamo Pilar, soy Profesora de Español,
Bailaora de Flamenco
y Apasionada del Desarrollo Personal.
Mi experiencia viajando y aprendiendo otros idiomas,
ha consolidado mi interés por dedicarme de lleno a enseñar español y su cultura.
He descubierto en la educación y en mi labor como docente,
una profesión muy completa y una apertura a mi proyecto de vida
con el que puedo aportar valor al resto del mundo.
Después de varios años viajando y enseñando español de manera presencial,
he optado por la tecnología como instrumento más idóneo e impartir las clases en modalidad online,
dado que me permite llegar a más personas en cualquier parte del mundo.
Disfruto conociendo personas de diferentes nacionalidades,
conociendo su cultura e intercambiar conocimientos,
lo cual considero que nos engrandece.
Comprometida, dinámica y auténtica.
Y aquí comienza la historia de por qué enseño español combinando con las interacciones
personales.
(Coge un cuenco con palomitas y toma asiénto, pero que sea cómodo que va para rato).
Todo empieza un día que decido dejarlo todo, un trabajo en una multinacional después de 9 años, familia, amigos, ciudad y me voy a Edimburgo a aprender inglés.
Esto suena al comienzo de cualquier comedia de hollywood. No soy tan original.
Tenía 30 años y me comía el mundo como cuando tenía 20.
El primer bajón fue llegar allí y oír hablar inglés. What?? ¡Tantos años estudiando y no entiendo nada!
Claro, era importante tener en cuenta el acento de los escoceses, lo digo para consolarme.
Qué te puedo decir, es como tú si has aprendido español con un acento “neutro” y te vas a vivir a Andalucía, pues good luck my friend!
Me gusta el acento andaluz una pechá… que conste.
Cada día iba al trabajo y salía a descubrir la ciudad, a conocer gente y practicar el idioma, pero me encontré que el inglés fue una barrera.
Hello! Hi! How are you?- ¡Me moría de la vergüenza!
No me quedó otra alternativa que apuntarme a clases de inglés, con dos intenciones, estudiar más porque al parecer no sabía tanto inglés como yo creía y conocer gente para salir.
Todo fue saliendo bien, lo de conocer gente enseguida.
Lo que más me gustaba era las cenas que se organizaban, dónde nos reuníamos personas de diferentes nacionalidades, italianos, portugueses, polacos, franceses, ingleses, escoceses, norteamericanos, etc.
Era una oportunidad para poner en práctica todo lo aprendido hasta el momento, aunque en mi caso, como veréis más adelante, fue donde empecé a darme cuenta de lo que me pasaba.
Probábamos comida de diferentes culturas, bebíamos, hablábamos, nos reíamos, lo normal entre amigos.
Llegaba el momento de participar en la conversación delante del grupo. La frase la tenía perfectamente construida en mi mente, la había preparado durante minutos, con nervios pero me decido a hablar y para ese momento, ya se había cambiado de tema de conversación.
¡A ver, tanto preparar, tanto preparar!
Me digo a mí misma, para la próxima vez me lanzo antes como sea.
Y llega esa próxima vez, me lanzo y suelto un ruido de mi boca. ¡Sí literal, era ruido!
En mi mente yo estaba pronunciando algo pero de repente veo que todos me miran porque no han entendido nada, lo intento decir más claro y cuanto más claro lo intento, más parece ruido y menos me entienden. Empiezo a ponerme colorada y a hacerme pequeñita, todos me están mirando.
Yo estoy visualizando que todos están pensando:
- “¿pero cómo habla esta chica?”
- “¿cuánto tiempo lleva aquí para no saber hablar nada?”
¡Que presión!
Posiblemente yo no era tan importante como para que me dedicaran tanto protagonismo, pero yo estaba convencida que pensaban eso.
Solo me quedaba tomarme una pinta de cerveza o un vinito para aflojar los nervios, ¡Sólo uno o dos, eehhh! nada de darse a la bebida.
Y oye, que los nervios se aflojaban y funcionaba porque después hablaba con cualquiera.
Yo sabía que había estudiado mucho, tenía los conocimientos y buena pronunciación, o eso me decía mi profe, lo mismo era para animarme.
Entonces, “¿por qué me pasaba esto?”
Sabía que en algunos contextos era muy tímida pero era un ambiente cómodo con amigos, no lo entendía.
Entonces pensaba que no había estudiado bastante. Así que los días siguientes me ponía a estudiar más y a practicar más la pronunciación.
Y se presenta de nuevo una reunión de amigos, el mismo contexto, diferentes nacionalidades por lo tanto el idioma común el inglés.
¡Y llegó el momento! Todos en la mesa comiendo, bebiendo, contando historias y bromeando (¡aaaayyyy! ¡con lo que me gusta a mí bromear!)
Esta vez, en el grupo había un chico español que había llegado a Edimburgo hacía poquito tiempo y no sabía hablar bien en inglés, se llamaba Pablo. Y yo pensé para mi misma, “que bien, hoy será él quien haga el ridículo como hice yo”….jajajajaja.
Mi turno para hablar, sentía una emoción en mi interior que me temblaba todo el cuerpo, pero me lanzo y cuando finalmente digo algo más que “hello, yes, sure, I know”, etc., recibo miradas de…
- “¿pero qué dices?”
¡Sólo había salido ruido de mi interior de nuevo! Mi cara estaba roja como un tomate.
Entonces, prefería quedarme calladita, sonreía y si acaso hablaba con la persona que estaba al lado mío que parece que sí me entendía.
Pero sentía frustración por no hacerme entender, por hablar tan mal aún cuando sabía que podía hacerlo mejor y no entendía por qué hablaba así.
Y para colmo de las frustraciones, llega Pablo, el chico del que os he hablado antes. No pronunciaba nada bien. Vamos, algo normal cuando llevas poco tiempo en el país.
Le escucho hablar, y aún hablando fatal, ¡le entendían! ¡Y hablaba sin más!
Coincidí más veces con él y le observaba. Después de algunos meses le veías que seguía con su forma de hablar, es decir, “bastante mal”. A él le daba igual, se lanzaba a hablar sin problema con todo el mundo. Cometía errores pero él seguía hablando.
Algo curioso de resaltar, es que parecía que no le importaba lo que los demás pensaran de su forma de hablar.
La gente le entendía y mantenía conversaciones con él, se reían con él, interaccionaba.
Y yo que llevaba ya como 2 años viviendo en Edimburgo hablando inglés, todavía lo pasaba mal en las reuniones de amigos.
El caso de Pablo me llamó mucho la atención e hizo darme cuenta de que era yo la que me impedía hablar bien por mi timidez e inseguridad, pero no sabía exactamente qué pasaba y mucho menos como solucionarlo.
“Si me muero de la vergüenza, ¿ qué puedo hacer?” Era tímida y no lo podía cambiar.
Todos estos eran mis bloqueos y mis muros que me impedían hablar delante de un grupo de personas, pero en ese momento no era consciente de ello.
Creía que la solución era que tenía que estudiar más y practicar.
Ahora sé que eso no era verdad, había muchas más cosas que podía hacer.
Durante los dos últimos años en Edimburgo, estuve dando clases de español a extranjeros y observaba que a algunos estudiantes les pasaba más a menudo lo que me pasaba a mí que a otros.
Los primeros, eran chicos que les importaba mucho el que los demás vieran que quizás no sabían hablar bien, les importaba la imagen, cometer errores, y era tal la presión que tenían sobre sí mismos que se bloqueaban y no eran capaces de expresarse.
Sin embargo, en los momentos que se encontraban más cómodos y distraídos de la opinión ajena, conseguían hablar mucho mejor.
Parece una tontería, pero a los chicos y chicas que les daba igual su pronunciación, pero se esforzaban por hablar tal y como les salía, se hacían entender mucho mejor, conseguían comunicarse y con el tiempo avanzaban mucho más rápido en el aprendizaje.
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Volví a Madrid con la sensación de que había aprendido mucho pero no lo suficiente con respecto al tiempo que había vivido en Edimburgo. Y los motivos eran principalmente por el miedo al ridículo, a cometer errores, a creer que no tenía bastantes conocimientos y que siempre había que estudiar más.
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Después de llevar un año en Madrid me fui con una amiga a Italia, en concreto a Palermo en Sicilia. Sabía hablar algo de italiano pero poco.
Empezaba de nuevo la experiencia de aprender un idioma, esta vez tenía alguna ventaja, ya sabía lo que era.
Salía con amigos y al principio, tenía la excusa de que como era “nueva” se me permitía cometer cualquier error. Entonces estaba tranquila aprendiendo a mi ritmo.
Pasado un tiempo, empezaba a tener la presión de que ya llevaba tiempo en Italia y tenía que ir hablando mejor.
Entonces cuando estábamos con algún grupo de amigos, empezaba a notar que me pasaba de nuevo lo mismo que me pasaba en Edimburgo.
Mi nivel de exigencia a mí misma, miedo a hacer el ridículo, a que no me entendieran, etc., era tan alto que me bloqueaba y no podía comunicarme.
Volví a elegir no hablar o hablar lo mínimo. Cada vez más, evitaba quedar con amigos para no tener que enfrentarme a esta situación de nuevo. ERROR. ¿Te suena familiar? Me iba encerrando más y más en mí misma.
Y de nuevo pensaba que la solución era estudiar más por mi cuenta y practicar.
Tuve la oportunidad de dar clases de español a italianos. Me gustaba cada vez más enseñar y veía que podía aportar mucho a los estudiantes.
De nuevo observaba a los distintos alumnos que tenía, sus caracteres y sus formas de ser influenciaban mucho en el aprendizaje de español.
Giovanni, un señor de casi 50 años, necesitaba aprender español porque se iba una temporada a Cuba por trabajo y quería vivir la experiencia al cien por cien con las personas de allí. Para ello necesitaba aprender español.
¿Qué características tenía Giovanni?
- No le importaba hablar perfectamente, sino comunicarse.
- No sentía ninguna vergüenza a la hora de hablar.
En consecuencia, avanzaba muy rápido y podía mantener conversaciones de temas cotidianos.
Parece el típico anuncio de televisión pero es que así fue.
Sin embargo, tenía como alumna a una amiga suya interesada en aprender español porque le gustaba, Loredana.
¿Características de Loredana?
- Ella era más tímida.
- Se cohibía mucho a la hora de hablar, hasta el punto de que si pronunciaba mal delante de mí, se justificaba continuamente y lo pasaba realmente mal.
Entendía lo que le pasaba y me daba cuenta de que su actitud la estaba limitando en el aprendizaje.
Gracias a estas personas que conocí a lo largo de los últimos años, me di cuenta de que yo podía hacer mucho por cambiarlo.
Loredana necesitaba mas motivación y confianza en sí misma que conocimientos de español.
No era consciente del potencial que tenía descubrir esto para enseñar y motivar a los alumnos. Fue surgiendo un proceso y un trabajo en mi misma de una forma natural.
Paralelamente, llevaba años estudiando sobre el autoconocimiento y desarrollo personal. Me entusiasmaba conocer como funciona nuestra mente y cuerpo y me llevó a realizar un máster en Desarrollo Personal y Liderazgo para profundizar y formalizar mis conocimientos.
Siguió mi vida, continuaba en el restaurante, daba clases de español a mis estudiantes, bailaba flamenco, etc.
Cada vez me gustaba más enseñar español y mi cultura. Me encantaba crear actividades para dar clases divertidas, salíamos a practicar fuera para hacerlo más real, sin el aburrido proceso de tener que aprender gramática y vocabulario de memoria, o tener que repetir como papagayos.
El feedback que me llegaba de mis alumnos era muy positivo y esto me llevó a investigar más sobre el aprendizaje de un idioma.
No te voy a contar que tengo titulaciones universitarias ni másters en enseñanza de idiomas, porque no soy de esas profes que desde el principio tenían claro que iban a dedicarse a la enseñanza.
Tengo experiencia de vida y formaciones concretas que refuerzan lo que ya había aprendido dando clases. Hice cursos de ELE, descubrí y me formé en la metodología de TPRS (Teaching and Proficiency through Reading and Storytelling).
Topé con Stephen Krasen y la importancia del Input Compresible, que sin saberlo era la forma en que yo enseñaba a mis alumnos. Con él también aprendí la importancia del filtro afectivo, es decir, cómo influyen nuestras emociones, autoestima, diálogo interior con nuestra forma de relacionarnos en general y al expresarnos en una segunda lengua.
Esto me hizo un clic, sobre esto yo sabía mucho. Quiere decir que no soy un bicho raro y algunos de mis alumnos tampoco.
Me hizo ser aún más consciente de que la mayoría de los alumnos que enseñaba y a los que más conseguía ayudar, tenían un problema similar, tenía que ver con el “filtro afectivo”.
Y fíjate por donde, en ese mismo momento también me di cuenta que desde hacía un tiempo hablaba con otras personas en italiano sin que me bloqueara.
¿Qué había cambiado en mí?
Resulta que desde hacía tiempo no me preocupaba en cómo hablaba. Hablaba para comunicarme, sin importarme nada más, estaba centrada en otras cosas.
Realmente había estado trabajando en mí como persona, en un aspecto general, cuidaba más mi diálogo, aceptaba mi timidez y mi miedo en algunas situaciones pero no dejaba que me paralizara y continuaba practicando y avanzando en lo que tenía que hacer. Esto era una práctica diaria.
A partir de aquí fui implementando en mis clases, técnicas de TPRS y CI y por supuesto, con los estudiantes que lo deseaban también trabajamos con técnicas de motivación y desarrollo personal. Hablábamos mucho y trabajábamos la actitud y el diálogo personal.
En las clases hacíamos actividades que ayudaban a los chicos y chicas a perder ese miedo al ridículo. La mejor manera era practicando y mostrándose.
Sin darse cuenta, poco a poco mejoraban y hablaban más fluido. Ellos mismos veían sus progresos, no solo hablando español sino como se sentía personalmente cuando hablaban con otras personas.
De nuevo, algo curioso que resaltar, es que había sido mediante un proceso natural.
Realmente les estaba ayudando a tener más confianza en sí mismos, a mantener la motivación y la constancia. El mismo trabajo que había realizado yo misma y me había ayudado.
Actualmente sigo estudiando, investigando y ayudando a alumnos en su proceso de aprendizaje del español enfocado en las relaciones interpersonales.
Si has leído hasta aquí, supongo que te ha parecido interesante mi historia y te lo agradezco de todo corazón ya que escribirla ha sido un proceso muy importante que me ha ayudado a ordenarla.
Soy bailaora de flamenco y como tal, una apasionada de su guitarra, cante y compás. Expresamos pasión, carácter, sentimientos y mucho más. Un diálogo en armonía.